Ningún padre aspira a
formar un hijo que no se ajuste, por sus conductas, a la vida en sociedad. Todos
quieren que sus hijos sean aceptados por sus compañeros, sean capaces y
agradables, lo que les posibilite poder establecer relaciones sociales
armónicas con sus semejantes. De ahí, lo importante que resulta enseñar al niño
los hábitos sociales indispensables desde los primeros años.
La conducta social que manifiestan los niños, está estrechamente influida
por las normas de conducta que se practiquen en el hogar.
Es en el colectivo familiar, donde se deben aprender y practicar los
hábitos y normas positivas de convivencia social. Esto es posible a través de
las relaciones que se establecen entre sus miembros. Son las relaciones
familiares basadas en el amor y respeto mutuos las que ayudan a formar los
hábitos sociales.
Muchos padres se preocupan por crear buenos hábitos de sueño, alimentación,
etc., pero, a veces, no toman el interés necesario para enseñar al hijo los
mejores hábitos de cortesía y las formas correctas de convivencia social que se
utilizan en la vida en sociedad y que permiten expresar el respeto que se
siente hacia las demás personas.
Cuando los padres tienen hábitos de convivencia social, ofrecen
manifestaciones de cortesía, de respeto, comprensión, cooperación y solidaridad
para con las personas con quienes conviven, constituyendo verdaderos ejemplos
de buena educación. Este ejemplo es muy provechoso, pues el niño se comporta
tal como ve actuar a los demás.
Las buenas relaciones de afecto y respeto entre las personas mayores del
hogar, abuelos y padres, la cortesía hacia las figuras femeninas, el respeto a
los ancianos e imposibilitados físicos, hacen que el niño adquiera buenos
patrones de relación con sus semejantes.
Los padres deben empezar por brindar estas manifestaciones de afecto a su
hijo, que van desde darle un beso cuando despierta hasta preguntarle cómo le va
en el juego, o si le gustó el paseo que recién diera. Ningún padre puede
esperar que su hijos sea cortés, si sus manifestaciones de cariño y amabilidad
son limitadas e inexpresivas.
Cuando el niño convive con personas de distintas edades y criterios, los
padres deben enseñarle con palabras y ejemplos que abuela y abuelo, al igual
que ellos, mamá y papá, deben ser respetados por sus años y experiencia y que
resulta inadmisible una frase desdeñosa, un gesto o conversación en alta voz,
aunque lo que ellos planteen esté lejos de los criterios y opiniones
infantiles. Las observaciones que los niños hagan de las opiniones de las
personas mayores, deben ser hechas con respeto y consideración.
Dentro del hogar hay que utilizar expresiones adecuadas, amables con los
niños, tales como: “hazme el favor”, “muchas gracias”, “si fueras tan amable”,
etc., que facilitan la armonía familiar y lo educan en la gentileza y cortesía.
Las relaciones corteses entre hermanos también son importantes. Martí, en
“La Edad de Oro”, expresó: “Nunca un niño es más bello que cuando lleva en sus
manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga o cuando lleva del brazo a su
hermana para que nadie la ofenda; el niño crece entonces y se hace gigante.”
Igualmente, estas normas y hábitos sociales no deben quedarse limitadas al
hogar. Merecen respeto y consideración los vecinos a quienes se considerarán
como personas cercanas que nos solicitan y prestan su cooperación y afecto.
La cortesía y, en general, los hábitos sociales, deben practicarse en todas
partes, en todas las actividades que requieren del concurso del niño. Si el
niño hace una visita con sus padres, debe saludar a las personas cuando llega,
preguntarles cómo están, no intervenir en las conversaciones que sostienen los
adultos, despedirse respetuosamente. Esta misma actuación la deben observar las
personas que lo acompañan. Todo esto debe explicársele cuidadosamente y hacer
lo posible porque él comprenda los beneficios que se derivan de este
comportamiento.
Igual conducta debe tener en otros paseos: lugares públicos, restaurantes,
teatros, etc. El niño debe esperar pacientemente que sus padres se sienten y
luego hacerlo él. En estos paseos es donde se pone más en evidencia la
educación de las personas. Un niño que llega bruscamente al restaurante o
cafetería, se sienta antes que sus padres, y tan pronto preguntan qué desean
comer, pide sin tener en cuenta a sus padres, lo que da muestras de que en el
hogar no se han trabajado estos aspectos de su educación.
Dentro de los hábitos sociales hay que enseñarle a cuidar sus cosas y
respetar las ajenas. Así debe cuidar las pertenencias de sus familiares, y en
caso de necesitarlas, pedirlas, teniendo especial cuidado de no dañarlas. Una
vez que las devuelve debe agradecer el servicio que los mismos le han prestado.
Otro aspecto a considerar es el comportamiento que debe adoptar el niño en
los lugares públicos, como pueden ser: teatros, veladas, celebración de
conmemoraciones, etc. Se le debe enseñar desde pequeño, que existen actos que
por su solemnidad exigen una conducta determinada. Los padres le explicarán
que, durante los mismos, deben mantenerse en silencio, en actitud atenta y que
cualquier manifestación de ausencia o desgano, da muestras de irrespetuosidad.
Deben enseñarle el respeto por los símbolos de su Patria: bandera, himno y
escudo, así como sus mártires y líderes, para que forme sólidos sentimientos
que lo capaciten como futuro ciudadano.
Con el ejemplo ha de enseñarse al niño a cuidar la naturaleza, los animales
y las plantas; a no dañarlos; a cuidar la limpieza no sólo del hogar, sino de
otros lugares que se frecuentan o simplemente se transita por ellos: calles,
parques, museos, áreas verdes en general.
De forma sencilla, natural y con el ejemplo, el cariño y la sistematicidad
se han de formar en los niños los hábitos expuestos con anterioridad.
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